21 agosto 2016

10 curiosidades sobre ‘The Duke of Burgundy’, la mejor película del año

La británico-húngara The Duke of Burgundy (2014) es una de las películas más fascinantes que han pisado la cartelera durante los últimos años. Mucho se ha hablado sobre ella… Y sin embargo es casi mejor no decir nada, ya que la cinta se disfruta más si se ve partiendo de cero y se digiere con la mente abierta. Por ello, en lugar de hacer una crítica convencional, voy a centrarme en diez curiosidades (o datos, o detalles, llámeselos como se quiera) de tan interesante obra.

The Duke of Burgundy (2014)
Las mariposas son clave de The Duke of Burgundy
-La cinta debe su nombre a un tipo de mariposa conocido en ámbitos científicos como  hamearis lucina. De pequeño tamaño y tonos marrones y amarillos, esta especie tan sólo se encuentra en Inglaterra. Puesto que las protagonistas estudian lepidopterología, las mariposas juegan un papel importancia en el film, pero nadie recuerda a qué se debe el título exactamente.

-The Duke of Burgundy es el tercer largometraje de ficción —tras Katalien Varga (2009) y Berberian Sound Studio (2012)— del siempre arriesgado realizador británico Peter Strickland, quien ha vivido en el este de Europa durante la última década, lo que explica que fuera filmada en los alrededores de Budapest.

The Duke of Burgundy (2014)
The Duke of Burgundy fue aplaudida a su paso por
los festivales de Toronto, Londres y Rotterdam
-Tanto el guionista y director (Strickland) como el productor (Andy Starke), el diseñador de producción (Peter Sparrow), el director de fotografía (Nick Knowland) y el montador (Matyas Fekete) son varones, pero no aparece un solo hombre en todo el film. Ello contribuye a que el lesbianismo se aborde con plena naturalidad (si es que puede hablarse de “naturalidad” en tan extravagante film, claro).

-La película está protagonizada prácticamente en su totalidad por la veterana actriz danesa Sidse Babett Knudsen y la joven promesa italiana Chiara D’Anna, quien debutó en el anterior film de Strickland (Berberian Sound Studio). Ambas están pletóricas, contribuyendo sus marcados acentos a la exóticamente hipnótica atmósfera de la cinta.

-En los seminarios de lepidopterología a los que asisten las protagonistas pueden divisarse maniquís femeninos entre el público. Esta decisión es indudablemente parte del juego constante al que nos expone el film (aunque también una forma curiosa de ahorrar presupuesto en lo que a extras se refiere…).

Cartel de The Duke of Burgundy (2014)
El cartel de The Duke of Burgundy
juega con el erotismo y la seducción
-Dada la elaborada naturaleza del diseño de vestuario, Sidse Babett Knudsen y Chiara D'Anna tuvieron que dedicar tres días a probarse los diseños. Este extraordinario trabajo es obra de Andrea Flesch, quien curiosamente ha trabajado en las dos cintas españolas sobre Zipi y Zape: Zipi y Zape y el club de la canica (2013) y Zipi y Zape y la isla del capitán (2016), ambas de Oskar Santos.

-La bellísima música del film es obra del grupo de pop alternativo Cat’s Eyes, formado en el 2011 por el vocalista Faris Badwan (conocido por su trabajo con la banda indie The Horrors) y la soprano, compositora y multi-instrumentalista Rachel Zeffira. The Duke of Burgundy, su primera incursión en el séptimo arte, les granjeó el Premio de Cine Europeo “por un arriesgado acercamiento a la composición musical, con todos los elementos adecuados de artesanía musical y comprensión visual”. Inexplicablemente, estos galardones no nominaron al film en ninguna categoría más.

-El empleo del fuera de campo, la elipsis y la reiteración contribuye al desarrollo del juego al que nos expone tan extraordinario drama psicológico.

-El vocablo “Pinastri”, usado en el film como palabra clave para poner fin al juego, es una referencia a la Sphinx Pinastri, un tipo de polilla que se haya en el Reino Unido.

The Duke of Burgundy (2014)
La naturaleza húngara da paz al film
-Los créditos son verdaderamente llamativos, incluyendo “perfume by: Je Suis Gizella”, “Human Toilet Consultants”, el listado de insectos en orden de aparición y las circunstancias exactas en que fueron tomados los sonidos de todos ellos. Bastan por sí solos para demostrar cuán fascinantemente sensorial es esta experiencia cinematográfica.

Dicho esto, sólo me queda instaros a ver una obra que ha pasado tristemente desapercibida más allá de los ámbitos intelectuales. No tengo reparos en afirmar que, probablemente, The Duke of Burgundy sea la mejor película del año.

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